Pestañí

sábado, 24 de noviembre de 2012

El Dr. Hans



  Hola de nuevo.
  Hoy a mediodía ha llegado el técnico. Trabaja aquí, en el Hospital, y parece ser que viene del laboratorio de la última planta donde los doctores juegan a las cocinitas con los elementos.
  Nada más entrar en mi habitación se ha presentado. Hans Ditchter, dijo que se llama. Pero yo ya lo sabía,  pues lleva una placa en el pecho que dice “Dr. Hans”. Cuando le quedan unas pocas horas de existencia, uno se detiene más en los detalles, fíjense ustedes.
  Su identidad es confusa. He hablado con otros doctores, enfermeras y limpiadoras del hospital, pero aquí nadie sabe a qué dedica tanto tiempo en el laboratorio.
  Algunos dicen que detrás de esa placa se oculta un gran entendido en sólidos sublimados por secretísimas fórmulas de alquimia, y que está recién doctorado en Gas por la Universidad de Antes De Un Paso de Cebra. Los rumores dicen que es un científico eminente, que dedica su tiempo a estudiar los líquidos que se vaporizan, y que conoce muy bien el agua de los radiadores. Se conoce que también debe saber mucho del olor de después de cuando llueve, de la pintura de las bombonas de butano, del vapor frío de al salir de la ducha, o del flus flus de los botes de líquido para lentillas. Lo que sí que sabe la gente es que controla como nadie el fluido de los extintores, y también los gases ionizados que unen y separan personas mediante complicados procesos electrónicos reversibles. Pero de lo que más sabe, lo que le ha hecho afilar más lápices, es de otro gas. Ya les irá contando.
  Hay otros que dicen que no es más que un ex-butanero con falta de dormir, pero no les creo mucho. Me ha contado cosas. Por ejemplo, mientras comíamos ha comentado que le gusta escribir poemas en la fría intimidad de un cuarto de baño, sentado en la taza de loza del bidé. Escribir… escribir simplemente. Pero dudo que escriba cosas malas. Un tipo curioso, sin duda.
  Bueno, sepan que tengo a los señores del psiquiátrico inquietos esperándome en la puerta (esa gente no tiene paciencia), así que me temo que ha llegado el momento de despedirme de ustedes. Espero que acaben siendo todos amigos del Doctor, aunque deben disculparle su timidez inicial. Esto le es completamente nuevo, y a nadie le gustaría empezar con mal pié.

  Ha sido un placer para mí compartir estos años con ustedes. Muchas gracias a la, las, el y los que me animaron a escribir. Son ustedes sabios.

  Reciban un fuerte abrazo

Luis Yermo Calor
Nerea Ekaitza 

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